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Turismo
de Carretera
Gran
Premio de América del Sur 1948
Buenos
Aires / Caracas
En
menos de cinco días a la capital de Venezuela
Por
Ricardo Lorenzo
Revista
El Grafico 1532 - 19 de Noviembre de 1948
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Nuestro
corresponsal en Caracas nos ha remitido la presente fotografía y con
una explicación que es la siguiente: "La llegada de Oscar A. Gálvez
empujado por un coche particular que lo trajo hasta la raya". Y
nos asegura que el citado corredor ha sido bien desclasificado
Por todos los antecedentes de que disponemos de las distintas fuentes de información expresamos que Domingo Marimón es el vencedor reglamentario. Si se demuestra lo contrario la rectificación determinará que nos rectifiquemos. Hasta ahora no podemos ni debemos hacerlo Se puede ir a Caracas en automóvil. Fuera del cruce del Golfo de Guayaquil ha quedado la comprobación de la practicabilidad del viaje. Sólo que el turista tendrá que analizar bien los promedios establecidos por los corredores para deducir sus posibilidades en un viaje de paseo.
Ha de acontecer en el itinerario a la capital de Venezuela lo que sucedió con Chile y lo que viene ocurriendo con Perú; que aumenta año en año la cantidad de automovilistas que realizan el viaje. Si
antes de 1935 el ir a Chile era una proeza, con el tiempo, que mejoró
máquinas y caminos, dejó de serlo. Y vemos por aquí coches con chapa
peruana como se ven chapas argentinas en la capital de los virreyes. Es
uno de los aspectos constructivos de estas carreras de automóviles.
El
promedio de Domingo Marimón sobre los 9.575 kilómetros ha sido de
80.726 Km/h. Su tiempo total, de 118 horas 37 minutos y 18 segundos.
Hecho el cálculo del caso puede decirse que se unió Buenos Aires con
Caracas en menos de cinco días. Cierto es que tomamos en conjunto el
tiempo acumulado por el ganador a lo largo de catorce etapas y que una
máquina no podría andar a ese promedio noche y día, pero no hace
muchos años, cuando se anunció que los aviones iban en cinco días
hasta la capital de Venezuela, el asombro fue extraordinario.
Agreguemos
algo interesante al respecto; si sumáramos los tiempos de los
vencedores de etapas tendríamos un total de 112h 39m 41s lo que daría
un promedio horario de 84.989 Km/h.
La
primera máquina en llegar a la capital de Venezuela fue la del
mendocino Víctor García y he aquí el momento en que el bravo piloto
le bajan la clásica bandera a cuadros consagrándolo vencedor de la difícil
etapa Valera - Caracas
El
promedio mas alto de una sola jornada lo encontramos en la primera y a
la vez la más extensa. Sobre los 1.592 kilómetros a Salta, la
velocidad media horaria fue de 121.800 Km/h por parte de Oscar A. Gálvez.
Al mismo le correspondió imponerse en la más lenta, la de Cúcuta a
Valera, sobre 484 kilómetros, cubiertos a 57.524 Km/h.
El turista
tendrá que imaginar las dificultades de camino sinuoso cuando un
corredor como Gálvez apenas pudo sobrepasar los 57 horarios. Otras
etapas, si bien lentas, no niegan la practicabilidad del viaje aunque
las velocidades hablan de los
inconvenientes que es preciso vencer. En territorio peruano se puede
andar fuerte, puesto que de Arequipa a Lima, en los 1.092 kilómetros,
Tito Gálvez corrió a 112.289 Km/h, y de Lima a Tumbes, a lo largo de
1.340 Km, Juan Gálvez fijó una media de 111.732 Km/h.
En adelante las
velocidades mermaron no solamente por la sinuosidad y porque los caminos
no eran tan buenos. Si la media en Tumbes era de 98.118 Km/h por parte
del puntero y de 95.242 Km/h correspondiente e Marimón, en Caracas fue
de 80.726 Km/h.
Los mejoramientos viales que se practiquen en el futuro
harán factible el aumento de velocidades, pero nunca en forma muy
pronunciada porque no podrán trazarse largas rectas que la topografía
de las zonas incluidas en el itinerario impiden.
EL
"GANADOR SENTIMENTAL" LLEVADO EN ANDAS: Oscar A. Gálvez,
el considerado en Venezuela "ganador sentimental", es llevado
en andas por la multitud que premia su esfuerzo de largas jornadas y que
se vió malogrado imprevistamente al final después de una carrera que
no tiene parangón
Este
Gran Premio de la América del Sur que nosotros damos por finalizado en
Caracas, puesto que el retorno de Lima es otra carrera con clasificación
y premios independientes, fue creado como un escalón para un salto
mayor. No es reciente su creación, sino que data de mucho tiempo
atrás. Primero se fue hasta Lima en 1940 y, mientras se realizaba la
vuelta de esta carrera que fue ganada por Fangio, una comisión del
Automóvil Club Argentino siguió hacia adelante reconociendo la ruta
hasta Caracas para largar esa prueba el año siguiente, cosa que no fue
posible por el litigio existente entonces entre Perú y Ecuador, que
retrasó los planes.
Luego la guerra mundial impidió las prácticas
automovilísticas deportivas como bien se sabe. Pero todo tendía a un
Gran Premio de las Américas que uniera Buenos Aires con Nueva York,
sueño muy hermoso, pero, por el momento, irrealizable.
En muchos
lugares de la ruta no hay caminos, como lo demostraron algunos de los últimos raids efectuados y por informes que se poseen. Existen, lo que dio
en llamarse, "puntos neurálgicos” que obligarían a embarques de
las máquinas con grandes rodeos para proseguir en aquellos lugares en
que está terminada la Carretera Panamericana.
Por ahora no es posible
deducir cuándo tendremos ese gran camino y por otra parte, ya queda
demostrado que el ir solamente hasta Caracas demanda enorme esfuerzo e
ingentes gastos. Con el tiempo, cuando la parte vial elimine los “puntos
neurálgicos” haya un acuerdo de parte de lo países del amplio itinerario
para solucionar las dificultades de los corredores, en su mayor parte
las económicas, ya que dicha carrera demandaría enormes gastos, acaso
el sueño se realice.
Material humano capaz existe en abundancia por
estos lares y por muchos países de nuestra América del Sur. La carrera
lo ha de mostrado.
Va
cubriendo los últimos tramos, los escasos metros finales que lo separan
de la meta, el Ford de Víctor García. Una multitud impresionante, que
los diarios venezolanos calculan en doscientas mil personas, se dio cita
en la llegada de la gran carrera que unió a Buenos Aires con Caracas
Ahora
bien: aunque tengamos un camino bueno a Nueva York, la cantidad de zonas
montañosas que abarcaría la mayor parte de su extensión vendría a
demostrar que el viaje de turismo siempre exigiría considerable esfuerzo,
gasto de dinero, tiempo y máquina.
Se admite que la carretera en
cuestión será de utilidad para el intercambio entre países cercanos
unos de otros, puesto que desde el sur nuestro al norte de la Unión es
mucho esfuerzo e ingente desembolso. No obstante, el progreso puede aminorar
lo uno y lo otro, quedando siempre, como posibilidad turística, el viaje
que supone conocer multitud de países con todo lo hermoso e interesante
que cada uno ofrece.
En el taller se trabaja en los coches del veterano Fernando Nery y el simpático gordito Carlos Lagorio. Ambos cumplieron con la totalidad de la carrera
***
Ya
la finalidad se ha cumplido. Por encima de los errores que puedan haberse
producido queda en pie el resultado. En tanto, los corredores se aprestan
a disputar la carrera desde Lima e Buenos Aires por el trofeo General
José de San Martín. En adelante creemos que convendrá hacer algo en
casa. Ya se pensó, en cierta ocasión, en una carrera que demostrara la posibilidad
de venir desde el norte de nuestro territorio por los caminos
precordilleranos hasta el sur, siempre al costado del macizo andino.
Se
habló de llegar a San Antonio de los Cobres e ir bajando hasta Río Gallegos para mostrar las bellezas de todo el largo recorrido, contribuir al
mejoramiento vial y abrir nuevas rutas al turismo. Esa puede ser la
carrera del año próximo porque ahora, después de la de Caracas, conviene
dar una vueltita por casa a fin de que no se castigue mucho económicamente
a los corredores. Pero,
se nos ocurre, ¿no se podría transportar los coches atravesando el
estrecho de Magallanes y allegarnos hasta Ushuaia?. En ese lejano lugar de
la tierra, de triste renombre por el presidio ya desaparecido, hay muchas
cosas bonitas que ver.
El
28 de Miguel Beltrame cubriendo los últimos kilómetros que lo separan de
la meta final. Es de imaginar el ansia de llegar a Caracas que han
experimentado los volantes después de más de nueve mil kilómetros de
carrera por toda clase de caminos
***
Las
carreras se han ido acelerando de manera impresionante y para esta a Caracas
fue extraordinaria la actividad de los talleres, la búsqueda de kilómetros
de velocidad en lo hondo de los motores. Se argumenta que todo eso
encareció la competencia y se piensa en la necesidad de colocar un freno.
Se estableció para el futuro la obligatoriedad que el motor corresponda
al tipo de chasis siguiendo la orientación de fábrica, es decir que sin
ser exactamente el motor el que viniera
con el chasis pertenezca al tipo.
Pero se hace difícil, por no decir
imposible, un retorno a los standard. Ya nos ocupamos de ello en otras oportunidades
y ahora se nos ocurre que, para una carrera en casa, quizás fuera factible
el utilizar un tipo de combustible obligatorio.
Llega a la meta el Chevrolet de Domingo Marimón, que luego de dos horas cortas para unos y largas para otros habrá de ser clasificado ganador de la carrera. Una abigarrada multitud se ha apiñado en el lugar y hay aplausos nutridos e intensos para el simpático Toscanito
Es decir que en lugar de
ir hacia las limitaciones de preparación vayamos a los octanos y allí
encontremos el límite que se procura para bajar las velocidades y los
costos de la competencia a quienes en ella participen.
Si en esta ocasión
YPF dio combustible a los corredores en todo el territorio argentino,
cosa que volverá a hacer en la carrera desde Lima, sería posible que en
otra se fijaran los lugares de reaprovisionamiento con tanques sellados y
que la tarea de control corriere por parte de loa técnicos de Y.P.F.
Para mayor seguridad en cada lugar en donde los volantes tuvieran que cargar
combustible podrían extraerse pequeñas cantidades de los tanques de los
coches para análisis ulteriores y que demostraran que no se ha utilizado
otro carburante que el acordado. En algunas competencias motociclísticas
europeas para bajar las velocidades de las máquinas, cosa que se fue tornando
muy peligrosa, se ha llegado a esa medida.
Claro está que en un circuito
el control es más seguro, pero igualmente es posible practicarlo en una
ruta por nuestro territorio.
En
todos los fines de etapa el trabajo ha sido febril en los talleres para
reacondicionar las máquinas a fin de someterlas a nuevos esfuerzos. Aquí
vemos al de Luis F. González siendo reparado en Cúcuta para proseguir
***
Vayamos
a otro asunto. En tanto los hermanos Gálvez iban al frente de la carrera
circularon las más diversas versiones acerca de los auxilios mecánicos
que tenían: que había camiones escalonados, que otros los seguían de cerca,
como si eso fuera posible; que hasta helicópteros les entregaban los
repuestos y demás leyendas. No se les ocurría pensar a los que de todo
ello hablaban en la escasa velocidad de los helicópteros, la poca altura
a que pueden viajar, etc. Y si se
trataba de aviones, cosa que también se mencionaba, ¿dónde tenían los
campos de aterrizaje para entregar de inmediato la pieza solicitada por
los hermanos Gálvez?.
El
inconveniente mecánico sufrido por Oscar A. Gálvez en la última etapa y
todas las derivaciones que el mismo tuvo hasta hacerle perder
reglamentariamente le carrera tiró por tierra con aquellas versiones por
las cuales, anticipadamente, se le quería restar méritos a lo que se
admitía como seguro triunfo. Y ya que hemos hecho nueva cita el imprevisto
final de la carrera aclaremos que en el número anterior expresábamos que
un vencedor de la etapa inicial y puntero no había sido ganador de uno de
los grandes premios modernos.
Un lector, muy correctamente, nos hizo la
indicación de que en 1940 Fangio conquistó la etapa inicial a Tucumán y
fue el vencedor de la carrera. Es verdad y parece que, en el apresuramiento
no nos expresamos bien. Quisimos
referirnos a quien, al encabezar le clasificación general, siguiera en
posteriores etapas conservando su condición de líder hasta perderla. En
aquella oportunidad de inmediato pasó Oscar A. Gálvez a encabezar la clasificación
general.
No obstante, agradecemos al lector su indicación y agregamos que
en la historia de los grandes premios modernos corridos a velocidad libre
y que se iniciaron en 1936 el caso por él mencionado es el único en que
un vencedor de la etapa inicial, aunque perdiendo posiciones
posteriormente, haya sido el ganador de la carrera.
Juancito
Gálvez inspecciona su máquina antes de iniciar la etapa de Cúcuta a
Bogotá. Vencedor de cinco etapas, en dos más segundo y con tres terceros
puestos, era el corredor que luego de su hermano Oscar había hecho más
méritos
***
Ha
de encontrar el lector en las presentes páginas una fotografía en la que
Juancito Gálvez aparece llorando y abrazado de un amigo boliviano, J.
Waisman, a quien le implora que envíe de inmediato, si es posible por
avión, una caja de velocidades a su hermano Oscar, a quien ha visto en la
ruta detenido por esa causa.
El amigo
en cuestión lo tranquiliza, pues le dice que Oscar viene en carrera y a
escasos minutos. Y era verdad: apenas a nueve minutos y medio corría Tito
rumbo a La Paz luego de haber reparado el desperfecto.
Por fortuna para el
mencionado piloto el inconveniente no adquirió la dramaticidad de aquel
experimentado en 1940, en la misma etapa, y en la que perdió cerca de
tres horas. Pero lo interesante es el documento grafico y las palabras que
nos remite el propio señor Waisman, en las que nos hable de la angustia
de Juan Gálvez al suponer a su hermano en una dificultad mayor de la que,
en realidad, existía. De
lo sucedido en la última etapa los informes que tenemos son un poco
confusos acerca de la ayuda que Juan le habría prestado a Oscar y por la
que se admitiría que éste perdió la mayor parte de la ventaja que
tenía sobre Marimón. No es posible aseverar si existió la ayuda y hasta
dónde fue ella porque nada al respecto ha declarado Juan, pero de haber
existido en la medida que se presume habría gravitado seriamente en su
clasificación final, haciéndole perder no sólo el segundo lugar que
parecía tenerlo asegurado, sino que el de vencedor al producirse la
anormal llegada de Oscar, según las certificaciones que de ello se tienen.
Pero, al margen de lo que pudo haber existido, la foto a la que hicimos
referencia es expresión cabal de amor de hermano, que salvando todas las
diferencias se manifiesta plenamente ante la adversidad.
Mucho se habló
de las relaciones entre los Gálvez y eso motivó conversaciones de toda índole.
Amigos personales de ambos jamás hicimos mención a esos roces porque
están fuera de nuestra jurisdicción; pero ya que las circunstancias
permiten la mención afectuosa podemos repetir lo que es común; “¿Si
no nos “peleamos” con un hermano, con quién nos vamos a “pelear”?.
Un amigo podemos perderlo; a un hermano no". Y así queda la prueba
de la foto. Gran
Premio de la América del Sur
El
fallo mantiene a Domingo Marimón como vencedor reglamentario
Comentarios
de Ricardo Lorenzo
Otra
demostración de la tarea de los talleres en la ruta, en los cuales se han
realizado verdaderas proezas en el tiempo que reglamentariamente acordaba
el reglamento de "parque cerrado", que tiene como finalidad la
de procurar a los volantes reparadores descansos, porque de lo
contrario trabajarían siempre
El
lunes 8 de Noviembre de 1948, una vez conocidos los resultados finales del
Gran Premio de la América del Sur, escribimos febrilmente sin sospechar
que entre el momento en que lo hacíamos y aquel en que serían leídos
nuestros comentarios habría de producirse ese tumultuoso mar de
controversias que lamentablemente epiloga la carrera.
Hoy tenemos nuevamente
que referirnos a ella y obligados a emitir la opinión respectiva sin
saber que acontecerá en el transcurso de los nuevos días que median
entre el actual momento y aquel en que saldrá nuestra revista a la calle.
Por todos los antecedentes de que disponemos de las distintas fuentes de
información expresamos que Domingo Marimón es el vencedor reglamentario.
Si se demuestra lo contrario la rectificación determinará que nos
rectifiquemos. Hasta ahora no podemos ni debemos hacerlo. Por
toda esa serie de discusiones realizadas fuera y muy lejos de casa el
cronista se siente apenado, ya que hubiera sido deseo suyo, y de todos,
que la prueba hubiera tenido en su última jornada un desarrollo que no
arrojara sombras ni dudas.
Nuestros lectores han de estar bien empapados
de lo mucho que se dijo y se publicó en diferentes medios informativos y
se habrá formado una composición de lugar. Diremos mas: que es doloroso
que un esfuerzo tan grande como el realizado por el Automóvil Club
Argentino tenga un epilogo imprevisto como el que conocemos, porque de
haber llegado las maquinas a Caracas manteniendo la clasificación que
acusaban en Valera, habría sido lo mas justo porque hasta allí estaban
bien definidos los esfuerzos de cada uno y aceptadas las dificultades que
a los menos afortunados les impidiera mejorar sus colocaciones.
Pero todo
cayó al final para producir los más variados comentarios en los que no
queremos intervenir porque al no ser testigos oculares de los sucesos debemos
remitirnos a los informes por los cuales, insistimos, Domingo Marimón es
el vencedor.
Va
corriendo el coche de Miguel Merino, quien obtuvo el sexto puesto en la
clasificación final. Por pagos de General Rodríguez esa honrosa
conquista ha sido recibida con lógica alegría. El joven volante ha
realizado ponderables progresos
Eso
no quita que reconozcamos el esfuerzo de Oscar A. Gálvez y que digamos
que en la historia de los grandes
premios modernos jamás se dio el caso de que un hombre acumulara tantos
merecimientos. Algún parecido puede hallarse, aunque lejano: el caso de
Pedro Yarza en el Internacional del Sur de 1939 ya mencionado en nuestro ultimo
número; el de Ángel Lo Valvo en 1937 cuando, excepto una etapa, no bajó
del cuarto lugar en las restantes; pero esta prueba a Caracas fue la más
larga, la más dura de cuantas se hayan efectuado y no será fácil que un
hombre pueda cumplir la hazaña de Tito Gálvez, que fue vencedor en siete
etapas, segundo en cinco y quinto en una, sin contar la última, motivo de
todo el lamentable episodio.
Aquí
cabe muy bien el axioma de automovilismo: “No hay ganador
sin suerte”. Cierto es que debe producirse la suma de tres factores
siendo los restantes los de hombre y máquina, porque con suerte solamente
no se puede ganar. No va el triunfo jamás a quien no tenga condiciones,
aunque se vuelque sorpresivamente sobre un tercero, como es el caso de Marimón.
Siguiendo lo de la suerte cabe decir que a Oscar y a Juan Gálvez les ha
faltado y que, en cambio, se inclinó sobre Toscanito, pero no recae ni
puede recaer en una carrera tan difícil sobre quien no haya mostrado aptitudes
y máquina, es decir, loe otros dos factores. Y por algo, en el peor de
loa casos, Marimón hubiera sido tercero.
En
las últimas etapas la lucha más intensa estuvo entre Marimón y Marcilla,
quienes después habrían de ser los primeros de la clasificación
oficial. He aquí como arriban a Bogotá las máquinas de los citados
volantes, separadas por escasísimos metros
No
diremos de quién porque no viene al caso, pero antes de largarse
la carrera recibimos en carta de un prestigioso volante que nos decía,
entre otras cosas, lo siguiente: “...y no creo que el ganador de le
primera etapa sea el vencedor en Caracas”.
Ya en el número anterior
citamos el caso curioso de que nunca en los grandes premios de la nueva
era se había dedo el caso de que el ganador de la etapa inicial lo fuera
también el de la carrera y nos remitíamos a eso que parece un designio.
Es que, entendíamos, en la etapa a Salta iban a salir máquinas como hondazos
y que otros corredores, aunque con coches veloces, estarían en los
puestos de vanguardia, pero sin ir a disputar la vanguardia.
El propio
Tito no pensaba en ganar esa etapa y nos lo declaró con tiempo, cosa que nosotros
comunicamos a nuestros lectores. Quiso la circunstancia de que la ganara y
cayó en aquel designio ya mencionado.
No es que creamos en tales cosas, puesto que no somos supersticiosos, pero
no dejamos de citar esas coincidencias que se vienen repitiendo y lo
proféticas que resultaron las palabras de quien nos escribía previamente
a la largada.
Volvamos a lo anterior, a la carrera de los Gálvez, y, en
especial, a la del líder caído en última instancia, al hombre que ve derrumbarse
todo lo acumulado en miles de kilómetros en los que se fue jugando la
vida y haciendo demostración acabada de sus habilidades innatas, porque
Tito nació para ser volante, porque Tito nació volante.
La primera vez
en la vida en que enfrentó el barro el muchacho de las “picadas” en
el asfalto ganó la etapa Paraná - Concordia, en la que quedó la mayoría
de los participantes de aquel Gran Premio de 1939. Montañas, valles,
llanos, en todos los cambios de escenarios fue ahora aumentando ventajas
hasta situarse en la largada en Valera con el triunfo en sus manos.
Después, ya lo saben todos...
Luego
de pasar un puente vemos el coche de Rafael Staccioli, el venezolano que
llegó a su tierra y que en ella fue recibido con grandes agasajos. Aunque
haya ocupado un puesto lejano al ganador de cualquier manera el
recibimiento es muy merecido
Si
esto hubiera acontecido a mitad de carrera acaso no hubiera realizado la
ardua y angustiosa tarea de llegar, sea como fuere. Pero la suerte, o la
mala suerte, se hizo presente al final, como a otros les aconteció en
diferentes partes del recorrido. Porque, a fuerza de ser sinceros, debemos
decir que fueron escasos los inconvenientes que tuvo antes de producirse
el más grave, y que otros volantes, también muy capaces, perdieron
largos minutos en detenciones.
Si al final de la primera etapa llevaba
apenas 2’ 25” a Marimón y al término de la decimotercera la
diferencia se había extendido a 4h 4’ 46” con respecto a Toscanito,
aceptamos que esa distancia no fue conquistada máquina a máquina,
muñeca a muñeca, porque es muy elevada.
Marimón ya tuvo tropiezos en la
segunda etapa, como lo evidencia que al
término de ella los 2’ 25” pasaran a ser 47’ 40” y que del
segundo lugar en la general Domingo retrocediera al quinto. Más adelante
seguirían los tropiezos, pues en la sexta vuelve a sufrir prolongada
detención y de los 47’ 39” de la anterior pasa a quedar a 1 h 20’
30”. En la décima pierde muchísimo por un inconveniente mecánico y de
1 h 52' 23” se encuentra a 3 h 42’ 22”. Y en Valera será una hora
más. Juancito
Gálvez siempre dice: “Uno gana cuando menos se lo piensa y cuando tiene
suerte”. Y ya vemos lo que le aconteció en el Gran Premio de su
consagración. Luego de una larga serie de oscilaciones menores, cuando el
final de la duodécima etapa se encuentra a 58’ 42” de su hermano
Oscar, en el final de la siguiente está a 2 h 30’ 46”, aunque lleva
al entonces tercero, Marimón, 2 h 25’.
Y
qué decir de Toscanito, que aparece luchando el primer puesto al comienzo,
que llega un momento en que lleva a Tito Gálvez 11’ 20” y en las
últimas etapas debe pelear minuto a minuto con Eusebio Marcilla por lo
que, se admite, sea la disputa del tercer puesto?
No
es posible restarle méritos a la proeza de Oscar Gálvez ni dejar de
reconocer que Juancito ha sido el que le ha seguido en méritos. Como lo
dijera el poco afortunado Martín Berasategui, ”la carrera a Caracas se
compone de catorce carreras”; de esas catorce Tito ganó siete y Juan
cinco. Solamente dos etapas no fueron de ellos; la quinta, de Fangio, y la
última, de Víctor García.
El
último coche en salir de Bogotá fue el de Domingo Sanguinetti, que
aparece en la presente fotografía
No
puede extrañarnos esto porque el de Balcarce es lo que todos sabemos que
es, y en cuanto al mendocino, ya tiene en su haber actuaciones que hacen
que no nos asombremos de esta última. Segundo en las Mil Millas de 1940 a
una media de 114.638; ganador de la etapa final en Internacional de 1940 y
vencedor de una de las etapas más penosas que se hayan disputado en
nuestras rutas, la de Esquel a San Julián, sobre 1159 ásperos kilómetros
en el Gran Premio del Sur de 1942, es hombre capaz de ganar una etapa en
cualquier momento y una carrera también.
Precisamente, por serlo, lo
arriesgó todo en la que llevó de Valera a Caracas, porque tenía que
responder a sus prestigios y eligió entre hacer todo lo humanamente posible
para conquistarla o quedar en el camino perdiendo lo hasta allí
acumulado. Lo vimos luchando en el barro cuando venía muy bien colocado
en el Gran Premio de 1947 y en Rosario, con sinceridad y amargura nos
decía: "El barro lo hice yo al colocar rodado 18". Ahora
agregó otra perfomance a las muchas buenas a que nos tiene acostumbrados
el mendocino. Ya
nos hemos referido a muchos de los buenos clasificados y a las
revelaciones en comentarios anteriores, pero se nos quedó en el tintero
el parrafito largo que merece Eusebio Marcilla.
El año pasado decíamos:
“En cualquier carrera puede ser”. En el Chaco lo fue. Ahora sabíamos,
porque nos lo dijo en la largada, que iba con más seguridades que
velocidad que había sacrificado velocidad para asegurarse, en lo posible,
resistencia en la máquina. Y merced a ello y a su tenacidad fue escalando
puestos hasta discutir el tercero en los finales.
Si la cosa quiso que
quedara segundo, podemos decir nuevamente aquello de que la suerte no lo resuelve
todo, que es factor que decide, pero que en estas carreras en que son muchos
los buenos tiene que inclinarse por uno bueno. Y entre ellos está
Marcilla, pero nos gustaría verlo ganar etapas para, así consagrarse de
manera definitiva, como lo hizo Juan Gálvez en esta carrera. Eusebio,
falta un empujoncito, a ver cuándo se produce. No
cabe negar méritos a loa Gálvez y por orden: Oscar primero y Juan
después. insistimos en que no será fácil que se equipare en lo futuro la
hazaña de Tito y ya hemos defendido lo que se consideró como error, eso
de salir a buscar la última etapa.
La popularidad y la admiración que fue
conquistando desde su debut en el automovilismo, desde aquel 3h 01’ a
Rosario en 1937, se ha debido a eso mismo. ¿Y por qué en esta prueba ha
sido el hombre de la hazaña?. Pues por lo dicho, porque realizó la proeza
inigualada y que, acaso, sea inigualable, de ganar siete etapas, entrar en
cinco de ellas segundo y tener, como más baja clarificación parcial, un
quinto lugar.
Ya queda consignado que las diferencias acumuladas en su
favor se debieron a esa marcha vertiginosa, electrizante, y también a que
sumó para sí los contratiempos de sus más peligrosos perseguidores y que
al final, cuando ya era ganador sin discusiones, cuando ya colegas habían
preparado títulos dedicados a su impresionante carrera, pasó lo que
todos saben, aunque todavía esté confuso. La suerte, pues, se fue uniendo
a sus otros dos factores: el Ford y su habilidad, hasta que en la etapa decisiva
se separó de ellos. Cuando
el tiempo coloque todo en su lugar, cuando se serenen loa ánimos y la
verdad se abra paso en forma definitiva, quedará en pie la hazaña de
Oscar Gálvez como una de las más extraordinarias de nuestro
automovilismo en ruta, tan generoso en proezas.
La Buenos Aires - Caracas en el Museo Juan Manuel Fangio
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